miércoles, 18 de mayo de 2011

Maximiliano y Carlota

Maximiliano y Carlota.
En 1854 México nuevamente se ve convertido en un Imperio cuando el archiduque de Austria, Fernando Maximiliano y esposa, la princesa Carlota Amalia de Bélgica empiezan su reinado en el país. Detrás de esta pareja estaban los intereses de Napoleón III de expandir sus territorios con la conquista de América.
Tiempo atrás el presidente liberal Benito Juárez había declarado anulada la deuda externa. Esto enardeció a Inglaterra, Francia y España. Los tres países firman el pacto de Londres mediante el cual un ejército obligaría a México a pagar su deuda. España e Inglaterra llegan a un acuerdo: controlarían las aduanas de México para recuperar su dinero. El problema ahora residía en Francia, que vio esto como pretexto para expandir sus horizontes de conquista. Francia comenzó entonces una lucha.

En Europa, mexicanos conservadores pensaban que una monarquía favorecería a México, y buscaban un príncipe adecuado. Tenían el apoyo de Eugenia, la esposa de Napoleón III, quien optó por el archiduque de Austria, hermano del emperador Francisco José. Esto se decidió cuando el archiduque tenía 31 años de edad.
Maximiliano había nacido en el palacio de Schönbrunn el 6 de julio de 1832. Cursó la carrera de marino y su educación fue la de un príncipe. Viajó mucho por todo el Continente europeo y por países como Brasil, Palestina y el norte de África. En 1856 fue embajador en Francia. Estando en Bélgica, conoció a Carlota, hija del rey Leopoldo I y de Luisa de Orleáns, quien entonces contaba con 17 años. Más tarde contrajo matrimonio con ella.

En 1857 Maximiliano fue gobernador del reino Lombardo Veneto. Entre sus virtudes destacaban la de ser un hombre tranquilo, de ideas liberales e interesado por las artes y las letras. Hablaba seis idiomas. Su esposa lo convenció de aceptar la corona que le ofrecían los mexicanos. Ambos estaban ambiciosos de convertirse en reyes. El archiduque aceptó con la condición de que los mexicanos se lo pidieran deliberadamente. Por esa razón se firmaron cartas de adhesión. El archiduque tuvo que firmar una carta en donde renunciaba a toda probabilidad de heredar la corona y también firmó el tratado de Miramar con Napoleón III.

En dicho contrato el emperador francés prometía proveer al archiduque de un ejército de 25,000 hombres para apoyar a la nueva monarquía. Por su parte, el archiduque prometía que México pagaría su deuda a Francia, más los gastos de la guerra.
Los nuevos monarcas llegaron a México el 28 de mayo de 1864. Los conservadores ocupaban gran parte del territorio. Mientras el emperador arribaba a México, gobernaba una junta o regencia.

Los problemas empezaron cuando el archiduque, hombre liberal, colocó en su gobierno a liberales moderados. Esto ocasionó un rompimiento severo de la Iglesia y de los conservadores con Maximiliano. Pero Maximiliano no se dio cuenta de estos disgustos que día a día crecían.
El emperador reorganizó la Academia de San Carlos y fundó los museos de Historia Natural y de Arqueología. Creó la Academia Imperial de Ciencias y Literatura.

Surgieron problemas entre el comandante de las tropas francesas, Bazaine y el archiduque. El francés lo culpaba de mala administración y el archiduque, a su vez, de no poder acabar con la rebelión.
Cuando Maximiliano creyó que Juárez y su guerra liberal habían cesado, se dijo oficialmente que aquellos que siguieran luchando serían muertos. La guerra de Juárez, sin embargo, continuaba. Juárez buscaba un verdadero gobierno liberal. El 18 de diciembre de 1866 las tropas francesas se empezaron a retirar ya que Napoleón las necesitaba para defenderse de Prusia y ejercer presión sobre Estados Unidos. Maximiliano quedaba desprotegido, y el pacto de Miramar ya no tenía vigencia.

El ejército de Juárez recobró fuerzas y empezó a ganar terreno. Maximiliano le dijo a su esposa que lo más prudente sería dejar el trono, pero Carlota se negó y se embarcó hacia Europa con la ilusión de convencer a Napoleón de prestarles su ayuda. Napoleón III se negó y Carlota buscó entrevistarse con el Papa, pero para ese momento se le había declarado loca. Se le encerró en el castillo de Bouchot hasta el día de su muerte, el 19 de enero de 1927.
Maximiliano decidió reorganizar su ejército con la ayuda de generales conservadores pero la amenaza crecía. Porfirio Díaz ganaba poder en el sur, Mariano Escobedo dominaba el norte y Ramón Corona el occidente. Maximiliano se enfiló hacia Querétaro y ahí Mariano Escobedo sitió la ciudad. El archiduque y su gente fueron capturados el 15 de mayo de 1867.

Un consejo condenó a Maximiliano a muerte junto con sus generales Miguel Miramón y Tomás Mejía. Todos fueron fusilados en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867. Dos meses después de su muerte, sus restos fueron recogidos y llevados a Austria en donde actualmente reposan en el panteón de los Capuchinos.


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